En la ciudadenigma la abuela lustra zapatos
hasta que el brillo refleja signos. La
madre plancha y el olor a ropa limpia y calor inunda la cocina. Los niños
despiertan escuchando los ruidos de la
casa. El padre viaja en colectivo, vuelve más lejos que el sol de mediodía.
Algún día, lo esperan,
sentados en las raíces del árbol gigantesco.
Cuando llega, las piernas ágiles saltan y vuela el saco y la
corbata.
Trae generalmente
cartones con fruta fresca, bolsas de caramelos.
La cocina huele a romero
y laurel, a tomates, a puerros y apios perfumados, a tortas, a leche y chocolate, a café, a especias, a
tortillas, a croquetas crujientes, a guisos y estofados, a legumbres, a carnes
horneadas…
Entra toda la luz por la
ventana, desde el patio de atrás, donde crece el rosal y la pequeña huerta
dibuja cuadrículas verdes y cuidadas.
A las niñas las peinan
para ir a la escuela, impecables cabellos con cintas de colores, muy lacios unos,
otros con rulos rebeldes.
El niño va al jardín de
infantes de la parroquia, con sus cabellos rubios ondulados acomodados lo mejor
posible.
Niños y niñas juegan
juntos, con muñecas, con figuritas, armando escenas de películas, cantando con
voces desafinadas.
La mamá entona tangos, mientras limpia los pisos,
hasta que brillan.
Una vieja máquina de coser, traquetea hilos y
telas, compone, remienda, los pedales se mueven rítmicos, las manos seguras.
En la calle hay zanjones
y tierra, sapos que cantan, flores silvestres, veredas con triciclos, señoras
con bolsas de mandados.
A la vuelta un bar, con
juego de billar y un mostrador. Circulan copas con licores de color ámbar, los
hombres conversan, se ríen, olvidan el día de trabajo, las fatigas cotidianas.
A veces salen los chicos
de caminata con la abuela, llegan generalmente hasta el puente de hierros
oscuros, del ferrocarril, se animan a caminar un poquito entre los rieles y los
durmientes, pero enseguida bajan para esperar que pase el tren con su carga interminable.
En algunas ocasiones los
padres llegan del centro con libros infantiles, hay alegría.
El día de la revista infantil,
cada cual quiere leer primero.
Las de historietas se
cambian en algún kiosco o con amigos.
En los cumpleaños no
faltan las tortas, con baño blanco, confites plateados, velitas, siempre
deliciosas.
Una vez la madrina trae
una de chocolate oscuro, más crujientes
papitas caseras.
Los sábados o domingos,
encuentros con los tíos.
En una de las casas hay
una biblioteca, alguien elige “Dos años de vacaciones”.
Están de cuando en cuando
las calesitas, el boulevard con flores en las glorietas, la estación de trenes
bulliciosa.
Ciudadenigma , fantástica, inasible ahora.
“Las ciudades son como
los sueños”
Isa